Hace casi exactamente diecinueve años, el día 2 de Noviembre de 2002, empezaba mi doctorado en la Universidad de Innsbruck en el grupo de investigación de mi co-director de tesis, el Prof. Dieter Fensel. Recuerdo dos cosas perfectamente. La primera es cómo nevaba con una fuerza inusitada en el Tyrol. La segunda fueron sus palabras: “Realizarás tus estudios de doctorado en el marco de la Web Semántica, la Web Inteligente. Una Web 3.0.”
Existe un consenso importante en la comunidad sobre el hecho de que la Web 1.0 es la primera versión de la Web, basada en hipervínculos y en HTML. El navegador Mosaic , creado en 1993, la capacidad de la estructura, de crecer e interconectar fuentes de información de la la World Wide Web , diseñada por Sir Tim Berners-Lee, y una arquitectura abierta, fueron los ingredientes para el éxito de una revolución industrial basada en la digitalización y las redes.
Nuestra visión de la Web Semántica, anunciada por el propio Tim Berners-Lee, en su famoso artículo en “Scientific American” se basaba en añadir ontologías, es decir, conceptualizaciones compartidas, y metadatos a la Web, dotándola de “inteligencia”. De hecho, para nosotros, en aquel momento, no solo era una Web 3.0, sino la siguiente generación de la web. Nuestro grupo de investigación se llamaba “Next Web Generation Group” y, recuerdo las polémicas, delante de unas imponentes cervezas de trigo tirolesas, sobre renombrarlo a “Next Generation Web Group”. Entendíamos que, dado que los números naturales son infinitos, habría infinitas versiones mejorables de la web y nuestro grupo podría analizar y estudiar siempre la siguiente generación. Lo cierto es que los tiros fueron por otro lado.
El concepto de Web 2.0 parece acuñarlo Tim O´Reilly en 2005 y se refiere a una nueva web que permitía a la gente colaborar y compartir información online empleando nuevas herramientas y servicios: redes sociales, wikis, blogs, folksonomías…Fundamentalmente, muchas de esas tecnologías acabaron siendo menos usadas, mientras que las redes sociales fueron paulatinamente adquiriendo una importancia tremenda hasta llegar a la que gozan en nuestros días. Ese proceso vino aparejado de una centralización de los servicios ofrecidos por esta Web, que podía encapsularse en los englobados en las empresas llamadas, GAFA, es decir, Google, Apple, Facebook y Amazon. En el caso de China y su pujante ecosistema tecnológico, los “equivalentes de Thevenin” podían ser Baidu, Xiaomi, Tencent y Alibaba. En lo que existe también un acuerdo importante es que este tipo de web lleva aparejado una centralización sustancial.
Así que, a mediados de la década pasada, teníamos la siguiente situación en mente:
Con lo que no contábamos, era con una nueva tecnología descentralizada que aparecería en 2009: Blockchain. En ese año, el misterioso (o misteriosos, no se sabe si puede ser un grupo de personas) Satoshi Nakamoto presentaba su artículo sobre una nueva divisa digital, el Bitcoin, y proponía una solución tecnológica elegante para la llamada “Internet del Valor”, es decir, crear contenidos concretos, escasos y no replicables (como es el caso del dinero), en una “cadena de bloques” o Blockchain. Durante muchos años, Bitcoin no fue recibido con demasiada atención, a pesar de ser el producto de la crisis económica más grande de este siglo, la Gran Recesión, que puso en entredicho al sistema financiero mundial y contra las cuerdas a numerosos gobiernos y bancos centrales. En 2017, Blockchain experimenta una revolución en cuanto a aceptación, que resurge con fuerza tras la pandemia mundial, en 2020.
Pero, ¿qué tiene que ver la evolución de una tecnología descentralizada con la evolución de la web? Precisamente ese matiz de descentralización, que se entendería como una evolución desde una web excesivamente centralizada en muy pocas empresas hacia una estructura abierta y menos controlada, donde se pueden crear activos digitales (también llamados “tokens”) que encapsulan un determinado valor.
En este artículo de Newtral recogen un “tweet” que resume esta idea de evolución y además explican muy bien el “rebranding” o cambio de marca de la Web 3.0. Se ha quitado el punto en el numeral, ha desaparecido el cero y ahora se escribe con minúscula: web3. ¿Responde a la relación con la librería “web3.js”? Puede ser. ¿Y a una percepción de la Web 3.0 como una estructura más humilde, sin agentes inteligentes e inteligencia artificial, como nos la imaginábamos nosotros? Pero también más descentralizada gracias a Blockchain.
Es difícil saber donde llegará esta web3 o Web 3.0. Por avatares de la vida y el destino, mi co-director de tesis, Dieter Fensel obtuvo una importante ayuda financiada por el Gobierno de Irlanda en forma de los llamados CSET, o Centre for Science Engineering and Technology, para crear el Digital Enterprise Research Institute (DERI) dentro de la estructura de la National University of Ireland, Galway. Y allí me trasladé yo, desde la Universidad de Innsbruck, el frío y la nieve, a la hermosa Galway, lluvia y verde.
DERI llegó a ser el instituto de investigación de referencia y puntero a nivel mundial sobre Web Semántica / Web 3.0. Nuestro lema era una frase de Alan Kay, “la mejor forma de predecir el futuro es inventarlo”. En la web3, está todo por hacer. Allá vamos.